Cuentos y relatos Las personas no necesitan ojos para ver.  En una ciudad de Nuevo León, en México; acababa de llegar una pareja de recién casados, llegaron a Monterrey en busca de la prosperidad y del futuro, que toda nueva familia desea, una buena vida, estudio para sus hijos; etcétera. Llegaron a un barrio más o menos adinerado, para evitar personas y visitantes indeseados.  A pesar de elegir con cuidado su lugar de residencia, todos los sábados, pasaba un señor mayor, vendiendo fruta que el mismo plantaba el el poco jardín de su hogar, traía unas cuantas manzanas, y varias naranjas frescas para vender. La mayoría de las personas no compraban sus frutas; no por mala calidad (porque era excelentes) sino porque le tenían miedo a la persona, por ser un "extraño" y no poseer mucho dinero. Aún así, el señor pasaba casi siempre sonriente, con la cabeza en alto, además simpre que tenía la oportunidad regalaba un poco se fruta a los niños que encontraba; al tiempo, la pareja compró unas cuantas naranjas; para reponer la fatiga de una gran ciudad. A esta pareja se le hizo costumbre comprarle fruta al señor; llamado Pedro, tanto que hasta platicaban muy seguido.  Un día, la familia despues de platicar mucho tiempo con Pedro, se dió cuenta que no miraba con un ojo, y que en el otro, tenía cataratas; no faltaba mucho tiempo para quedarse completamente ciego, pensó que debía hacer algo para ayudarlo, aunque fuera un poquito. Al irse el señor, el esposo lo siguió a escondidas, sigilosamente; hasta llegar a la casa de Pedro, dejandole una canasta con algo de ropa y un poco de dinero, y se fué de tal modo que Pedro no se dió cuenta de nada.  El próximo día que Pedro fué a vender fruta a la familia, les contó que encontró una canasta con ropa y dinero enfrente de su casa, era algo muy bueno para el ya que lo necesitaba.  -El encontrar la ropa fué algo muy bueno para mi, pero algo mucho mejor es que encontré una familia que realmente necesitaba ese dinero y la ropa. ¡Grácias por visitarnos!